Juego Mixto
Canarias
Hemos aprendido que vivimos en un universo que no ha dejado de inflarse (quizás alguna artista en un multiverso está inflando nuestro universo para usarlo como pelota de golf en su propio juego mixto). Hemos aprendido que lo que nos forma, a ti, a mí, a Dagmara, a la pelota, a los radiotelescopios, a este medio en que lees estas palabras, está todo hecho del material que alguna vez fue parte de una estrella: nuestro universo completo nació de un “bang” grande y nosotros de un pequeño pero no menos significa vo “bang”, en el que se formaron todas las piezas Lego que, a nivel atómico componen cuanto forma nuestra experiencia cotidiana. Hemos aprendido también que muy probablemente no estemos solos. Nadie puede asegurarlo aún, pero la vastedad del universo y lo que sabemos de ciencia y matemática nos hacen pensar que es ésta la respuesta más probable a la eterna interrogante. No es un juego fácil el que jugamos; tampoco es rápido jugarlo. El premio, sin embargo, es un premio que es para todos. Cada vez que uno de nosotros hace la jugada correcta, es toda la Humanidad la que gana.
Eduardo Unda-Sanzana
Astrónomo
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Una esfera gigante que desde Antofagasta recorre el mundo, es la intriga que Dagmara nos propone. Empresa que compromete el propio cuerpo de la autora en un ejercicio ya iniciado virtualmente con su llegada a Chile desde su Polonia natal; pero no a cualquier Chile, sino al Chile del desierto, el de Antofagasta. Ella parece descubrir esta imposibilidad al construir la esfera gigante, que hará rodar haciéndola salir de ese el centro de su deseo cumplido, en una búsqueda incesante. Prueba de un peregrinar que sería el de encontrar ese centro, donde ser el punto de todos los horizontes o ser en la oportunidad, de su rodar, de adherir otros horizontes de otros mundos. En buenas cuentas, haciéndose de esos en la paradoja producida por cada huella dejada y por cada experiencia acumulada en toda la acumulación de horizontes y sus puntos, de la pérdida virtual de su propio centro hasta su pérdida. Un mundo que arriesga disolverse en la experiencia de sí mismo. Ese mundo que se disuelve en sí mismo podría ser el contado por Italo Calvino como propio de la ciudad de Trude*, de la cual se sale para llegar después de un largo viaje a otra ciudad que es la misma Trude, y así en cada viaje se encontraba siempre la misma ciudad, algo así como el placer infinito de lo igual, que parece ser, gracias a la globalización, el apetecido por muchos. Pero también la esfera de Dagmara podría ser, desde su partida en nuestra Antofagasta, una virtual proposición opuesta, aquélla que se desprendería de la afirmación de Giordano Bruno respecto a la conformación del universo y desde el descubrimiento de Copérnico, compatriota que hizo también rodar una esfera con enormes consecuencias, como fue la pérdida de la centralidad de nuestra esfera terrestre, la existencia de un centro en todas partes y una circunferencia en ninguna. Dagmara nos podría estar proponiendo con el viaje de su esfera, ese centro en todas partes y cada uno en su particularidad cultural, una vuelta de tuerca a la felicidad de lo mismo, instalando así la idea de lo diverso en todas partes y la esfera, como cuerpo finito, cerrado, por su reiteración en ninguna.
Francisco Brugnoli
*Italo Calvino: Le città invisibile. Le città continue 2. Oscar Mondadori. Italia. Reimpresión nº49, 2015